Históricamente el alcohol ha sido utilizado como anestésico debido a sus propiedades sedantes y analgésicas, actúa en el sistema nervioso central, puede inducir a las personas en una sensación de relajación y euforia, ayudando a los pacientes a sentirse menos ansiosos durante procedimientos médicos. Aún que la eficacia con la que cuenta como anestésico es limitada y puede provocar efectos secundarios graves como intoxicación, deshidratación y efectos adversos durante la recuperación.
En la antigüedad, se daba en diversas formas, como en infusiones o bebidas, aún que se tenían complicaciones a la hora de administrar la dosis adecuada. En la medicina popular se usaba para tratar desde dolores de cabeza hasta lesiones, al ser extensamente disponible y económico era fácil su uso.
En la actualidad, se dejó de practicar el uso del alcohol como analgésico debido a el desarrollo de alternativas como el paracetamol, Antidepresivos, anticonvulsivos, entre otras variantes y a que su uso deprime el sistema nervioso central, lo que como consecuencia puede afectar el estado de ánimo, comportamiento, autocontrol, memoria, coordinación, control físico y puede ser peligroso combinarse con medicamentos, además de que su uso podía causar dependencia en los pacientes.
Por: Diana López